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NEODEMOCRATAS

Que paso con los estudiantes? Jaime Bravo Campos

Que paso con los estudiantes? Jaime Bravo Campos

Una mirada a la emergencia de un nuevo actor social es necesaria.  Nuestros analistas sociales, revestidos de la toga académica, postularon por muchos años que los movimientos tradicionales, que se aglutinaban en torno a organizaciones permanentes habían desaparecido como consecuencia de la modernidad, en una explicación difusa que muchas veces se asemejaba mas a una imposición conceptual, o una histéresis, en que el pasado explica el presente obviando explicaciones sustantivas de cómo ocurre aquello.  Aun no se escuchan comentarios desde aquellos, con lo que se consagra una impotencia para explicar equivalente a la soberbia para pontificar a través casi de adagios.

 

El movimiento de los estudiantes, al mismo tiempo, ha puesto en duda la relación de dicha modernidad con el segundo adagio, el alejamiento de los jóvenes de la política.  Hoy se estima en 650.000 los jóvenes secundarios, adolescentes si nos resulta aceptable la definición de ese grupo como carentes o dolientes, que demandan al dominio público solución a problemas que de por sí eran conocidos y que no esperan de dilaciones en la respuesta a sus planteamientos.  La pregunta por tanto es quién se alejó de quién.  Los jóvenes parecen portar interés por el dominio público en aquellas áreas en las que las decisiones públicas marcan la expectativa de sus propias trayectorias individuales y colectivas.  En contraposición al concepto de “gente” se levantan como pueblo que, en su condición de ciudadanos, más allá de los límites establecidos en la ley, exigen respuesta y solución y levantan propuestas colectivamente.  Se puede discutir razonablemente si son las que deben ser, si la magnitud de lo que piden podemos como sociedad entregarlo o si hay ausencias importantes en los planteamientos que levantan.  Pero lo indiscutible es su vocación pública y el deseo de romper la forma de decisiones públicas en que relaciones entre grupos de interés privado y el Estado deciden sobre la base del “tercero excluido”, concentrando muchas veces beneficios en manos de algunos y distribuyendo cargas, a diestra y siniestra hacia quienes no tienen posibilidad de acceder a la mesa o bien no cuentan con información para ejercer razonablemente sus derechos.

 

Visto así, la disonancia que pudiera explicar la distancia no aparece como el resultado de un alejamiento de los jóvenes de la POLÍTICA (con mayúscula), sino el impacto en el sistema político del dominio de juegos distributivos y reproductivos de poder que se verifican en la política con minúscula, la que no garantiza una adecuada selección de cuáles deben ser los problemas públicos abordados y las decisiones que  a partir de ellos debieran adoptarse en una perspectiva democrática.

 

Es así como un tercer aspecto debe ser anotado y las previsiones de los pontificadores deben ser revisadas.  La capacidad de lograr un incremento de la participación ciudadana exige, como bien lo han hecho los estudiantes, la necesaria revisión y articulación de demandas inmediatas y puntuales respecto de aquello que no puede ser resuelto por soluciones en el dominio privado/público sino exigen decisiones públicas que no exigen ni obligan a quienes voluntariamente consienten, sino en que la sociedad tiene la capacidad, por voluntad pública, de obligar.

 

No existe ninguna demostración de que el interés por el dominio público se haya reducido, sino más bien que las formas en las que se organiza el dominio público no siempre provocan el efecto de ciudadanía esperado.  Es importante anotar que en una democracia, la generación y desarrollo de ciudadanía no constituye un dato sino un objetivo de la misma, que cautela que el principio de igualación y soberanía popular no constituya una formalidad sino un hecho político contingente.

 

Es interesante como, inclusive en el dominio de la elección de los colaboradores, la autoridad presidencial, teniendo el derecho de nominar debe considerar que las competencias de quienes asumen los cargos pueden ser puestas a prueba por una ciudadanía activa y no basta hacer “ajustes de caja” con cargos para mantener equilibrios de coalición.

 

Es interesante anotar la paradoja que, quienes representan a los estudiantes evidencian niveles de comprensión de la complejidad del sistema político altos.  Sin embargo no debe obviarse el que con una base de 650.000 jóvenes, dichos dirigentes no necesariamente son representativos del desarrollo equivalente de dichas capacidades en el conjunto.  De allí que pueda considerarse el movimiento actual como la “escena de aprendizaje” mas grande que en enseñanza media se halla dado para la formación en ciudadanía.  Sin embargo, la incipiente experiencia directiva pudiera conducir a una rigidización de posiciones que conllevara una progresiva pérdida de adhesión del resto de la ciudadanía.  Esperamos que lo que natura da, ya que no podemos garantizar que la escuela lo haga, permita una salida gananciosa para un movimiento social que el conjunto de la ciudadanía necesita.

   

02 de junio de 2006, 13,00 hrs.

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